La Batalla de Magnesia en la Wikipedia



La Batalla de Magnesia fue librada en el año 190 a. C. cerca de Magnesia, en las planicies de Lidia, entre el ejército romano, dirigido por el cónsul Lucio Cornelio Escipión y su hermano, el general Escipión el Africano, con su aliado Eumenes II de Pérgamo contra el ejército de Antíoco III Megas, del Imperio seléucida, apoyado por los gálatas. La decisiva victoria romana terminó la guerra por el control de Grecia.
La principal fuente histórica de esta batalla es Tito Livio, que falsea la historia para ampliar la gloria militar romana y su superioridad moral. También existe un relato escrito por Apiano, con faltas similares.[1]

Contenido



Antecedentes

Artículo principal: Guerra Romano-Siria
Luego de que la guerra contra Antíoco III Megas terminara en Grecia, ésta se desplazó a Anatolia, donde el cónsul Lucio Cornelio Escipión persiguió a los seléucidas que se retiraban. Antes de su derrota en Grecia, Antíoco había reclutado un nuevo ejército, con el cual decidió pelear contra los romanos en una batalla a todo o nada aprovechando su superioridad numérica. Pero cometió el mismo error de todos los monarcas que pelearon contra Roma: el de confiar en la superioridad numérica para derrotar a las legiones romanas, de un ejército compuesto por grandes números de campesinos sin entrenamiento militar y de mercenarios.

La batalla

La batalla comenzó con una carga de la caballería seléucida en el ala izquierda romana comandada por Antíoco III. La carga hizo que el ala izquierda se retirara del campo, siendo perseguida por parte de la caballería seléucida, que también dejó el campo para alcanzar su objetivo. El aliado romano Eumenes II de Pérgamo, comandando el ala derecha romana y donde se integraba su propio ejército, contraatacó el flanco izquierdo seléucida y logró que éstos se desbandaran.
En el centro, los seléucidas utilizaron sus falanges y elefantes en los intervalos. El ataque romano hizo que los elefantes abandonaran el campo y así lograron flanquear a las falanges y destruirlas.
A pesar de la presencia de Aníbal y Escipión el Africano durante la campaña, ninguno de los dos ostentó un puesto relevante durante la batalla, ya que mientras que Aníbal se tuvo que conformar con ser un asesor militar de Antíoco[2] debido a los consejos de sus cortesanos, Escipión se encontraba en cama, enfermo.[3]

Consecuencias

Tras un armisticio pactado entre Antíoco y Roma, el ejército romano libró una campaña contra los gálatas que socavó políticamente la posición de los seléucidas en Asia Menor. Los romanos habían tenido una enorme ventaja a lo largo de su campaña gracias a su mucho más limitado objetivo político. Todos los pequeños poderes habían tenido la ocasión de aliarse con Roma porque ésta no trató de anexionarlos en ese momento. Por el contrario, la estrategia de Antíoco nunca había tenido sentido. Antíoco descubrió que el Mar Egeo era una frontera natural para un Estado basado en Babilonia, como hizo antes que él Jerjes I de Persia. Si Antíoco quería avanzar en Grecia, lo que necesitaba era una posición de poderío naval relevante en el Mediterráneo antes de enviar su ejército al oeste.
Tras la victoria romana, Antíoco III se vio obligado a firmar la Paz de Apamea, en la que fue obligado a pagar una enorme indemnización de guerra de 15.000 talentos junto con la renuncia a importantes territorios en Asia Menor. Los Montes Tauro se convirtieron en la nueva frontera. La armada seléucida también se vio limitada por los tratados. El tratado hacía comenzar la decadencia del Imperio seléucida y puso fin a todas las ambiciones de Antíoco III de convertirse en el próximo Alejandro por derecho propio.
Puntos de vista alternativos afirman que la verdadera amenaza para el Imperio seléucida llegó desde el este. El Tauro es una frontera fácilmente defendible, y a los seléucidas les fue mejor sin tener que hacer frente a la turbulencia política de Grecia y habiendo adquirido una gran distancia entre ellos y Roma. La mayoría de las tierras perdidas sólo habían sido conquistadas en 213 a. C. Gran parte del Imperio seléucida de ese momento no llegó a volver a ver un ejército romano en los tiempos sucesivos. La potencia económica de los seléucidas fue Babilonia, que nunca se consolidó en el Imperio romano.
En cuanto a Lucio Cornelio Escipión, el comandante romano responsable de la victoria, le fue concedido el sobrenombre de «Asiático». Pero no fue Lucio quien se encargó de castigar a los gálatas, que habían apoyado a los seléucidas durante la batalla; de aquello se encargaría Cneo Manlio Vulso, que se enfrentaría a ellos en la denominada Guerra Gálata.

Próxima Batalla: Magnesia.

Se trata de una batalla enfocada a más larga duración con gran número de tropas implicadas donde la victoria se decanta con 15 estandartes por el lado romano y 13 por el lado seleucida.

La Batalla de Gaugamela

El pasado fín de semana jugamos la tan esperada batalla de Gaugamela...

El ala izquierda persa se prepara para la batalla bajo la supervisión de los Generales Quique y Curro.


El ejercito griego-macedónico dirigido por los generales Fran y Fran también se aprestan a la Batalla. Imbuidos por la confianza ciega en sus generales se lanzan primero a la lucha. Mientras el númeroso ejercito persa asiste como espectadores a sus maniobras.



En un doble movimiento de tenaza las dos alas de caballería del ejercito Macedónico se lanza hacia el enemigo dejando atras la segura linea de la infantería de hoplitas.



Dario III observa la maniobra de la caballería macedónica desde la seguridad de su carro imperial rodeado por lo mejor de su caballería pesada y precedido por los carros y elefantes pesados.


La caballería del ala derecha se lanza contra los carros pesados para anular la ventaja que tienen estos carros en una carga. En el ataque se exponen a las jabalinas de la caballería ligera persa y de las tropas auxiliares que protegen a los carros.



El ala izquierda se lanza con determinación contra los elefantes y los elimina del campo de batalla, matandolos es la mejor forma de evitar que una estampida rompa la linea de ataque de la caballería.


El propio Alejandro encabezando a su caballería de elite " los compañeros " ultima la eliminación de las unidades de carro del flanco izquierdo persa desconectando el ala izquierda persa de su centro.


Con una carta de combate que permite al judagor macedónico mover a toda su caballería, este lanza a todas sus tropas montadas contra el centro persa, el propio Alejandro se lanza con sus " compañeros " contra el mismo Dario y la caballería pesada que protege el carro Imperial. Es un movimiento arriesgado pero definitivo. En este lance se puede decidir toda la batalla.



La caballería macedónica elimina a los carros pesados que protegían el frente del Emperador persa, hacen retroceder a la infanteria media con pérdidas y lo más importante... los compañeros eliminan a la caballería pesada que acompañaba a Dario III que tiene que evadirse y refugiarse en la unidad de infantería media que le flanqueaba y todo ello con mínimas perdidas. El arrojo de Alejandro parece que va a dar sus frutos.


Alejandro se lanza con sus compañeros contra Dario, no quiere que se le escape de la Batalla ( como hizo en la realidad ) y se lanza contra la infantería media que protege al emperador y con perdidas por ambas unidades consigue matar a Dario III, otro estandarte. La victoria esta muy próxima.


Los queridos " compañeros " de Alejandro, que le acompañaron en sus batallas desde la más tierna infancia en Macedonia, bajo la tutela del mismísmo Aristóteles pierden su vida a manos de la caballería ligera persa y de las tropas auxiliares que ya sin fé en la victoria obliga a Alejandro a retroceder y refugiarse en la unidad de caballería próxima. 6 estandartes a 1.




Dos unidades de caballería se lanzan contra una mermada unidad de infantería media para obtener el último estandarte de victoria necesario para decantar la batalla y lo obtiene. Se ha conseguido la victoria por siete estandartes a uno con la única intervención de la caballería macedónica con la infantería pesada de hoplitas como meros expectadores de la acción. La historia se ha repetido solo que esta vez Dario III ha dado con sus huesos en la llanura de Gaugamela.