La Batalla de Magnesia fue librada en el año 190 a. C. cerca de Magnesia, en las planicies de Lidia, entre el ejército romano, dirigido por el cónsul Lucio Cornelio Escipión y su hermano, el general Escipión el Africano, con su aliado Eumenes II de Pérgamo contra el ejército de Antíoco III Megas, del Imperio seléucida, apoyado por los gálatas. La decisiva victoria romana terminó la guerra por el control de Grecia.
La principal fuente histórica de esta batalla es Tito Livio, que falsea la historia para ampliar la gloria militar romana y su superioridad moral. También existe un relato escrito por Apiano, con faltas similares.[1]
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Antecedentes
Luego de que la guerra contra Antíoco III Megas terminara en Grecia, ésta se desplazó a Anatolia, donde el cónsul Lucio Cornelio Escipión persiguió a los seléucidas que se retiraban. Antes de su derrota en Grecia, Antíoco había reclutado un nuevo ejército, con el cual decidió pelear contra los romanos en una batalla a todo o nada aprovechando su superioridad numérica. Pero cometió el mismo error de todos los monarcas que pelearon contra Roma: el de confiar en la superioridad numérica para derrotar a las legiones romanas, de un ejército compuesto por grandes números de campesinos sin entrenamiento militar y de mercenarios.La batalla
La batalla comenzó con una carga de la caballería seléucida en el ala izquierda romana comandada por Antíoco III. La carga hizo que el ala izquierda se retirara del campo, siendo perseguida por parte de la caballería seléucida, que también dejó el campo para alcanzar su objetivo. El aliado romano Eumenes II de Pérgamo, comandando el ala derecha romana y donde se integraba su propio ejército, contraatacó el flanco izquierdo seléucida y logró que éstos se desbandaran.En el centro, los seléucidas utilizaron sus falanges y elefantes en los intervalos. El ataque romano hizo que los elefantes abandonaran el campo y así lograron flanquear a las falanges y destruirlas.
A pesar de la presencia de Aníbal y Escipión el Africano durante la campaña, ninguno de los dos ostentó un puesto relevante durante la batalla, ya que mientras que Aníbal se tuvo que conformar con ser un asesor militar de Antíoco[2] debido a los consejos de sus cortesanos, Escipión se encontraba en cama, enfermo.[3]
Consecuencias
Tras un armisticio pactado entre Antíoco y Roma, el ejército romano libró una campaña contra los gálatas que socavó políticamente la posición de los seléucidas en Asia Menor. Los romanos habían tenido una enorme ventaja a lo largo de su campaña gracias a su mucho más limitado objetivo político. Todos los pequeños poderes habían tenido la ocasión de aliarse con Roma porque ésta no trató de anexionarlos en ese momento. Por el contrario, la estrategia de Antíoco nunca había tenido sentido. Antíoco descubrió que el Mar Egeo era una frontera natural para un Estado basado en Babilonia, como hizo antes que él Jerjes I de Persia. Si Antíoco quería avanzar en Grecia, lo que necesitaba era una posición de poderío naval relevante en el Mediterráneo antes de enviar su ejército al oeste.Tras la victoria romana, Antíoco III se vio obligado a firmar la Paz de Apamea, en la que fue obligado a pagar una enorme indemnización de guerra de 15.000 talentos junto con la renuncia a importantes territorios en Asia Menor. Los Montes Tauro se convirtieron en la nueva frontera. La armada seléucida también se vio limitada por los tratados. El tratado hacía comenzar la decadencia del Imperio seléucida y puso fin a todas las ambiciones de Antíoco III de convertirse en el próximo Alejandro por derecho propio.
Puntos de vista alternativos afirman que la verdadera amenaza para el Imperio seléucida llegó desde el este. El Tauro es una frontera fácilmente defendible, y a los seléucidas les fue mejor sin tener que hacer frente a la turbulencia política de Grecia y habiendo adquirido una gran distancia entre ellos y Roma. La mayoría de las tierras perdidas sólo habían sido conquistadas en 213 a. C. Gran parte del Imperio seléucida de ese momento no llegó a volver a ver un ejército romano en los tiempos sucesivos. La potencia económica de los seléucidas fue Babilonia, que nunca se consolidó en el Imperio romano.
En cuanto a Lucio Cornelio Escipión, el comandante romano responsable de la victoria, le fue concedido el sobrenombre de «Asiático». Pero no fue Lucio quien se encargó de castigar a los gálatas, que habían apoyado a los seléucidas durante la batalla; de aquello se encargaría Cneo Manlio Vulso, que se enfrentaría a ellos en la denominada Guerra Gálata.
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