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Numancia es el nombre de una desaparecida población
celtíbera situada sobre el
Cerro de la Muela, en
Garray, a 7 km. al norte de la actual ciudad de
Soria,
España.
En el año
153 a. C. tiene el primer conflicto grave con Roma, al dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos de la tribu de los
bellos, procedentes de la ciudad de
Segeda (actualmente sus restos están situados entre
Mara y
Belmonte de Gracián (
Zaragoza). Los numantinos, al mando de
Caro de Segeda, consiguen derrotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul
Quinto Fulvio Nobilior, pero hubieron de lamentar que su jefe, Caro, muriera en la batalla.
Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año
133 a. C., el senado romano confiere a
Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia, a la que finalmente pone sitio, levantando un cerco de 9 km. apoyado por torres, fosos, empalizadas, etc. Tras 13 meses de hambrunas, enfermedades y tras agotarse sus víveres, los numantinos deciden poner fin a su situación. Algunos de ellos se entregan en condición de esclavos al ejército de Publio Cornelio Escìpión Emiliano, mientras que la gran mayoría de los numantinos decidieron suicidarse, prevaleciendo su condición de libertad frente a la esclavitud de Roma.
Origen y situación
Calle de la Numancia romana, con una de las
domus del barrio sur.
No está muy claro si era una ciudad que pertenecía al pueblo de los
pelendones o de los
arévacos. En este sentido,
Plinio el Viejo afirma que es una ciudad pelendona, aunque otros autores, como
Estrabón y
Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. Las principales conjeturas respecto a esta cuestión radican en el origen histórico de la llegada de ambos pueblos al actual suelo español. Los arévacos vinieron a la península posteriormente a los pelendones y los desplazaron hasta el norte de
Soria, no quedando claro cuál de ambos fue el auténtico precursor de la ciudad de Numancia.
La principal fuente de datos sobre la antigua vida en Numancia proviene de la
arqueología, puesto que apenas subsisten restos escritos sobre la vida cotidiana de sus habitantes.
La ubicación geográfica de la ciudad
celtíbera se sitúa en el
Cerro de la Muela de
Garray, un punto estratégico delimitado por las montañas del
Sistema Ibérico, desde el
Pico de Urbión hasta el
Moncayo, y rodeado por los fosos del
río Duero y su afluente, el
río Merdancho. Su superficie pudo haber llegado a las ocho hectáreas.
Su primera ocupación data del
Calcolítico, a comienzos de la
Edad del Bronce, (entre el
1800 a. C.-
1700 a. C.). Perduraría un asentamiento de la cultura castreña de la
Edad del Hierro hasta el
siglo IV a. C.
Tras ser arrasada por
Roma, la ciudad no estuvo mucho tiempo sin ser ocupada, encontrándose restos de poblamiento pertenecientes al
siglo I a. C. Esta época se caracteriza por un urbanismo bastante regular, aunque sin grandes edificios públicos. En el
siglo III comienza su decadencia (aunque se han encontrado restos romanos del
siglo IV).
Estructura de Numancia
El profesor de la
Universidad Complutense de Madrid y director del equipo arqueológico que actualmente trabaja en Numancia,
Alfredo Jimeno, la describe así:
La amplia superficie excavada (unas seis hectáreas) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua (destruida en el 133 a. C. por
Escipión Emiliano, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtíbera del siglo I a. C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.
Alfredo Jimeno. Revista de Historia de Iberia vieja, número 6. 2005
Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste para protegerse del frío. Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del
río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.
Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada. En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.
Reconstrucción de una vivienda celtibérica en Numancia.
Los hogares eran de piedra, aunque había elementos de madera, adobe, barro y paja; la techumbre quedaba constituida por trendazos de centeno. Los numantinos recubrían el suelo con tierra apisonada para caldear el ambiente. Las casas eran cálidas y acogedoras.
En cuanto a los alimentos, la carne se alternaba con los cereales, frutos secos y legumbres. También había vino con miel y la famosa cerveza llamada
caelia, hecha de trigo fermentado.
Un elemento interesante era la presencia de corrales rectangulares, anejos a las casas. Era costumbre de los habitantes bañarse en su propia orina,
pese a ser cuidadosos y limpios en su manera de vivir, según
Diodoro Sículo y
Estrabón.
Una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas de entrada y salida, defendía a sus habitantes, que podían vivir de modo permanente en un número de 2.000.
La Historia y sociedad numantina
Los primeros asentamientos humanos en Numancia se establecieron en el III milenio a. C., cuando la zona era densamente boscosa y contaba con una fauna rica en ciervos, jabalíes, osos, lobos, liebres, conejos, caballos, etc. Los pastos eran ricos y en ellos se criaban cabras y ovejas, que eran la principal fuente de riqueza. Estos primeros asentamientos consistían en cabañas construidas con materiales perecederos, ya que en ellas habitaban pastores que realizaban movimientos estacionales con sus rebaños. La región tenía un clima muy duro, con fuertes heladas y nevadas abundantes, donde soplaba el cizicus o
cierzo, un frío viento del norte.
Hacia el siglo VII a. C., en este asentamiento se utilizaban cerámicas hechas a mano, con formas bitroncocónicas. Desde el siglo VII a. C. el asentamiento pasó a ser un
castro, típico de la cultura castreña de la provincia de Soria; este tipo de asentamientos estaban muy bien fortificados y su base económica era mayoritariamente ganadera. La cerámica pasó a tener posteriormente formas lisas sin decoración, similares a las aparecidas en
Navarra y
La Rioja. A principios del siglo IV a. C. aparecieron decoraciones cerámicas realizadas a peine o con incrustaciones de botones metálicos, lo que indica un momento inmediatamente anterior al establecimiento de la cultura Celtíbera, en la cual aparecieron ya cerámicas a torno y decoraciones concéntricas y con estampados. En este momento, hacia el
350 a. C., Numancia pasó a tener un número importante de habitantes y nació como ciudad. Los numantinos aprendieron entonces el manejo del horno oxidante, el torno de alfarero y el uso de la pintura para decorar cerámica, a partir de los conocimientos de sus vecinos celtíberos del este, que por estar en el valle del Iber o
Ebro ya habían sido iberizados.
Economía
Se cree que durante la ocupación prerromana su principal fuente económica era la
ganadería. Hay constancia de pagos a otros pueblos e incluso a Roma por medio de pieles de buey o de capas de lana (
sagum) en grandes cantidades.
La
carne y la
leche fueron los alimentos básicos de su
dieta, infiriéndose esto último por diversas representaciones cerámicas, las cuales demuestran que los animales más importantes fueron el
conejo, el
buey, la
cabra y la
oveja.
La
agricultura no fue una actividad muy importante en la estructura comercial de los numantinos. A fin de suplantar esta y otras carencias, se sabe que mantuvieron relaciones comerciales con diversos pueblos cercanos para adquirir productos de primera necesidad. Entre estos últimos, se cuentan especialmente los
vacceos, que les procuraban
trigo y otros
cereales, motivo por el cual los romanos quemaron los campos de cereal de los vacceos para propiciar el aislamiento de Numancia y su posterior asedio.
Conquista y asedio de Numancia
El sometimiento de los pueblos de la península al
Imperio romano tenía sus excepciones. Pueblos como los
arévacos,
vacceos,
tittos,
bellos o
lusitanos opusieron una heroica resistencia en una fase intermedia de la conquista, y ciudades como Numancia y
Termancia (
Tiermes) llegaron a mandar a Roma embajadas para tratar con el Senado romano.
El cónsul
Quinto Cecilio Metelo Macedónico, que había conquistado y sometido gran parte de la península, ocupó gran parte de las ciudades de los arévacos, vacceos y
pelendones, pero se le resistieron Numancia y Termancia. Fue sustituido por
Quinto Pompeyo Aulo, quien llegó celoso de la gloria de
Servilio Cepión por poner término a la insurrección acaudillada por
Viriato. Pero fracasó rotundamente al intentar someter a las dos ciudades celtíberas.
El año
153 a. C., los habitantes de
Segeda, capital de los Belos, cuyo nombre en celtíbero era Sekaiza, dilataba el envío de soldados para servir en el ejército romano, se negaba a pagar impuestos al tiempo que ampliaba las fortificaciones, iniciando la construcción de una nueva muralla. El Senado mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un numeroso ejército de 30.000 soldados; el hecho de que se empleara un contingente tan grande hace pensar que se buscaba un objetivo más importante que el de castigar a la pequeña ciudad. La llegada de este gran ejército obligó a los segedenses a abandonar sus casas y sus pertenencias y a refugiarse en territorio de los
arévacos, a los que pidieron que mediaran en el conflicto, lo cual no dio ningún resultado. Así, los
arévacos se aliaron con los segedenses y, con el caudillo segedense Caro como jefe, se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6.000 bajas entre los romanos, pero también la muerte del mismo Caro.
En aquel entonces, Numancia contaba con una sólida muralla de protección y con un ejército de unos 20.000 soldados a pie y 5.000 jinetes, cifra que fue descendiendo a medida que las
Guerras Celtíberas avanzaban (8.000 en el
143 a. C. y 4.000 en el
137 a. C.), debido a que
Roma fue controlando más territorios y, por tanto, existían menos posibilidades de reclutar defensores en las regiones contiguas. Fulvio
Nobilior empezó entonces el asedio a la ciudad, para lo que levantó un campamento. Al poco el rey númida
Masinisa, aliado de Roma, le envió refuerzos, entre los que destacaban 10 elefantes, lo que hizo que
Nobilior iniciara el ataque a la ciudad.
Primera batalla de Numancia
Parecía que los elefantes iban a ser una fuerza determinante, ya que los numantinos no los habían visto antes y mostraban pánico, pero la caída de una enorme piedra hirió a uno de los elefantes, que enloqueció y cargó contra los atacantes romanos. El desorden que se generó fue tal que los celtíberos aprovecharon la ocasión para atacar a los sitiadores y matar a unos 4.000 romanos.
Fulvio Nobilior no quiso intentar nada más e invernó en su campamento con escasez de víveres y recibiendo continuos asaltos de los numantinos.
Al año siguiente
152 a. C., fue nombrado
cónsul Claudio Marcelo, con el que los celtíberos lograron un acuerdo de pacificación que incluía el pago de un impuesto de guerra, acuerdo que no fue aceptado por el
Senado romano. Tras esta negativa, los numantinos -viendo el talante conciliador del
cónsul romano- llegaron a un acuerdo de paz a cambio de una gran cantidad de dinero, que se mantuvo en la
Celtiberia hasta el
143 a. C.. En este año, tras varias victorias del lusitano
Viriato sobre los romanos y el considerable aumento de la tensión entre romanos y celtíberos, éstos se levantaron de nuevo en armas. La rebelión se consideró muy grave en Roma, por lo que se decidió enviar un fuerte ejército de más de 30.000 soldados al mando del
cónsul Cecilio Metelo, laureado que venía de combatir en Macedonia. Metelo estuvo en
Hispania dos años y mostró un talante moderado, lo que llevó a los numantinos a negociar una paz que, a cambio de rehenes, ropa, caballos y armas, les convertiría en amigos y aliados de
Roma. Sin embargo, el día en que debía ratificarse el acuerdo se negaron a entregar las armas. La ruptura del pacto enfadó enormemente a Roma, que consideró que la osadía de este pequeño reducto en los límites occidentales del Imperio no podía ni debía ser tolerada, ya que se había convertido en una prueba para el prestigio militar romano.
La reanudación de la guerra
El
141 a.C. se nombro cónsul a
Quinto Pompeyo Aulo, rival político de Metelo, que no destacó precisamente por su labor militar, ya que tras un año de campaña lo único que había conseguido era estrellarse contra las murallas de Numancia y
Termancia.
Popilio Laenas, el nuevo cónsul, atacó en
139 a. C. Numancia, pero tras ser derrotado decidió saquear los campos de cereales de los vacceos para justificar su actividad militar. La ineptitud militar llegó a su punto más alto con
Cayo Hostilio Mancino en el
138 a. C., quien atacó a Numancia con más de 20.000 hombres, y al retirarse fue rodeado por los numantinos, menos de 4.000, y tuvo que capitular para salvar su vida y la de los soldados. Los numantinos se limitaron a desarmar al ejército romano a cambio de la paz. Fue llamado a Roma con los embajadores numantinos que, como nación bárbara, acampaban a las afueras de la ciudad.
Como castigo, fue humillado por los propios romanos ante las murallas numantinas siendo ofrecido a los numantinos para que hicieran con él lo que quisieran: lo dejaron desnudo con las manos atadas a la espalda, en una ceremonia increíble teniendo en cuenta la enorme desigualdad de fuerzas entre ambos ejércitos. La suerte corrida por Mancino hizo que los siguientes tres cónsules romanos,
Marco Emilio Lépido Porcina 137 a. C.,
Lucio Furio Filón 136 a. C. y
Quinto Calpurnio Pisón 135 a. C., no se atrevieran a atacar Numancia.
Estos 18 años de lucha con concesiones y dilaciones contribuyeron a que quedara finalmente como uno de los baluartes hostiles a Roma.
Preparativos para el último sitio a Numancia
Este cúmulo de humillaciones dio lugar a que Roma enviara, en el año
134 a. C., a su mejor soldado,
Publio Cornelio Escipión Emiliano, apodado entonces
el Africano Menor y nieto adoptivo del vencedor de
Cartago,
Publio Cornelio Escipión el Africano. La primera dificultad que se ofreció en Roma para designar a Escipión como jefe del ejército sitiador de Numancia, escribe Mélida, fue que no tenía el tiempo prescrito para el consulado, por lo que tuvieron que cambiar el calendario y que los tribunos volviesen a derogar la ley en cuanto al tiempo, como habían hecho en la guerra de
Cartago, y quedase en vigor para el año siguiente. El prestigio de tal general incitó a multitud de romanos a alistarse a sus órdenes, pero no lo consintió el Senado, pues Roma andaba empeñada en otras guerras.
Escipión marchó a la Península con 4.000 voluntarios, tropas mercenarias de otras ciudades y de otros reyes, escribe Apiano, que voluntariamente se le ofrecieron por conveniencia propia. Además, con personas escogidas y fieles formó la llamada "
cohorte de los amigos". Pidió dinero; negóselo el Senado, consignándole sólo ciertas rentas a la sazón no vencidas y, según
Plutarco, contestó Escipión que "le bastaba el suyo y el de sus amigos". Tal fue el esfuerzo personal con que aquel experimentado soldado se aprestó a la empresa.
Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento. Dice Apiano que desterró a todos los mercaderes, rameras, adivinos y agoreros, a quienes los soldados consternados en tantos infortunios daban demasiado crédito; expulsó a los criados, vendió carros, equipajes y acémilas, conservando las puramente necesarias; prohibió ir en bestia en las marchas. Poco después llegaba a su campamento el rey númida Yugurta con 15.000 hombres. Cuando tuvo moralizado a su ejército, sumiso y hecho al trabajo y a la fatiga, trasladó su campo cerca de Numancia, cuidando de no dividir sus fuerzas, como hicieron otros, ni de batirse sin antes explorar.
- -Es un disparate -decía- aventurarse por cosas leves. Es imprudente el capitán que entra en acción sin necesidad, así como aquel otro es excelente que se arriesga cuando lo pide el caso: así es que los médicos no usan sajaduras ni cauterios antes de las medicinas.
El último ataque
Imagen de Escipión
el Africano Menor.
En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Cauto y sagaz, Escipión concibió el plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vácceos a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de sus tropas y amontonando lo demás, le prendió fuego. Comoquiera que los pallantinos de Complanio hostilizaran a los forrajeadores romanos, mandó para rechazarlos a
Rutilio Rufo, tribuno entonces y escritor de estos hechos, dice Apiano; y cubriendo la retirada el mismo Escipión, pudo salvarlo con su caballería.
Comenzó un cerco estricto, construyendo primero fosos, empalizadas y terraplenes para proteger a sus soldados, además de levantar un muro de 9 km, de ocho pies de ancho y diez de alto, con torres a un
plethron (30,85 m) de distancia unas de otras, que rodeaban la ciudad y que estaba vigilado por siete campamentos. Las torres contaban con catapultas, ballestas y otras máquinas; aprovisionó las almenas de piedras y dardos, y en el muro se instalaron arqueros y honderos. También utilizó un sistema de señales, muy desarrollado para la época, que permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera estar en peligro.
Igualmente hizo otro foso por encima del primero y lo fortificó con estacas, y no pudiendo echar un puente sobre el río Duero, por donde los sitiados recibían tropas y víveres, levantó dos fuertes y atando unas vigas largas con maromas, desde el uno al otro, las tendió sobre la anchura del río... "En estas vigas, añade el historiador, había clavado espesos chuzos y saetas, las cuales, dando vueltas siempre con la corriente, a nadie dejaban pasar, ni a nado, ni buceando, ni en barco, sin ser visto."
En total contaba con más de 60.000 soldados, entre los que figuraban gentes del país, más los arqueros y honderos correspondientes a doce elefantes (que actuaban como torres móviles) que trajo Yugurta, contra apenas 2.500 numantinos sitiados. Destinó la mitad de las fuerzas para guardar el muro, preparó 20.000 hombres para las salidas que fueren necesarias y dejó de reserva otros 10.000. Dio Escipión el mando de un campamento a su hermano Máximo y él tomó el otro, y todos los días y noches recorría por sí mismo la circunferencia con que tenía cercada la ciudad; siendo él, en concepto de Apiano, el primero que tal hizo con gentes que no rehusaban la pelea.
Con estos datos históricos y haciendo aplicación de ellos en un concienzudo estudio topográfico del terreno que rodea el cerro de Numancia, el profesor de Historia
Adolf Schulten, de la Universidad de
Erlangen,
Alemania, logró descubrir en cinco años los restos de dichas fortificaciones y los siete campamentos o fuertes de Apiano, presentándolos al Instituto Arqueológico de Berlin (1880). La primera conclusión que sacó de sus descubrimientos es que los campamentos de Escipión no fueron obras de barro y madera como los construidos por
César ante
Alesia en la
Galia, sino construcciones de piedra como las del tiempo del Imperio.
El más importante de estos campamentos y también el que ocupa la posición más eminente es el de Peña Redonda, que está en un alto, en el avance de una sierra, al sudeste del cerro de Numancia, separado de él por el riachuelo Merdancho. Siguen por el Este las fortificaciones de Peñas Altas, consistentes principalmente en una ancha muralla, que posiblemente unió con una torre cuadrada de gruesa fábrica, lo cual es verosímil que sirviera para instalar una catapulta, que por lo próxima a Numancia debió hacerle mucho daño. Al pie de ésta, en una pequeña meseta llamada Saledilla, halló el Dr. Schulten huellas del incendio de la ciudad, de donde se deduce que debió existir un arrabal de la misma, que solo dista 150 m del baluarte de la catapulta. Siguiendo hacia el NE, desde Peñas Altas se encuentra otra eminencia,
Valdevortón, donde un antiguo canal de desagüe indicó al explorador la existencia de un campamento, cuyos escasos restos pudo encontrar.
Según
Apiano, sólo
Retógenes el Caraunio, con algunos compañeros y algo de caballería, pudo burlar este cerco para pedir ayuda a las ciudades vecinas, de las que únicamente
Lutia se mostró dispuesta a socorrer a la ciudad, lo que acarreó una terrible venganza de Escipión sobre los lutiakos.
Tras quince meses de asedio la ciudad cayó, vencida por el hambre, en el verano del
133 a. C. Sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse. Incendiaron la ciudad para que no cayera en manos de los romanos. Los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
Escipión regresó a Roma y allí celebró su triunfo desfilando por las calles con cincuenta de los numantinos capturados. Para entonces, Numancia ya se había convertido en leyenda.
Situación de los campamentos
Cuando Escipión se plantó ante Numancia a finales de 134 a. C., lo hizo con una idea ya concebida: tomaría la ciudad por bloqueo y no por asalto. Esto le llevó a ordenar la construcción de sólidos vallados que formaron una línea continua en torno a las murallas. Para cerrar los 4.000 m se necesitaron un total de 16.000 estacas, calculando unas 4 estacas por metro. A éstas había que añadir otros postes para entrelazar la empalizada. En total unas 36.000 estacas, que fueron transportadas por 20.000 hombres. Cuando, por fin, estuvo preparada la defensa, los soldados pudieron trabajar con mayor tranquilidad en el levantamiento de la muralla y el foso, que en total medía unos 9000 m. Aún hoy es posible distinguir restos de aquellos campamentos romanos.
1.º campamento: Castillejo
Desde aquí dirigió Escipión el sitio. Para la construcción se aprovecharon cimientos anteriores. Esta posición era estratégica, por abarcar toda la circunvalación y estar bien defendida por abruptas pendientes. Asimismo, el fuerte estaba orientado hacia el sol naciente de octubre, lo que indica que fue levantado en esa época. De muros sólidos, entre las ruinas del pretorio aún es posible distinguir una fila de habitaciones y parte de una cocina con dos hogares, construidos en el exterior para evitar incendios. Se calcula que este cuartel podía acoger a 5.000 soldados, aunque se cree que nunca hubo allí más de 2.500 hombres. Además, sorprende lo angosto de las estructuras y el hallazgo de piezas de metal precioso.
2.º campamento: Travesadas
De este acuartelamiento, con la misma estructura básica que el de Castillejo y Peñarredonda, se han conservado restos de los cuarteles, al parecer destinados a las tropas itálicas. La superficie total del campamento puede haber sido de unas 4 ha, una porción de terreno relativamente pequeña si se la compara con otras construcciones de características similares. Como en los otros casos, aquí también existe una puerta pretoria, la cual estuvo protegida, desde el interior del recinto, por dos torres de formidables proporciones. En cuanto a los restos allí hallados, son de poca cuantía. Tan sólo la punta de una flecha de catapulta, un puñal y una moneda.
3.º campamento: Castillo ribereño de molino/Valdevortón
Según
Apiano, Escipión mandó levantar dos castillos para cortar el curso del río Duero. Está levantado en el punto de confluencia entre los ríos Merdacho y
Duero, los lados
este y
oeste estaban protegidos por fosos de 3 m de profundidad y 5-10 m de anchura. A pesar de los trabajos agrícolas realizados en la zona, una capa de humus de más de un metro de grosor ha permitido conservar importantes restos. Los 400 hombres que formaron la guarnición, además de atender al río, tenían que cubrir también los desfiladeros del río y las colinas por la que los numantinos, después de atravesar el río Merdancho, podrían atacar fácilmente.
4.º campamento: Peñarredonda
Enclavado entre las lomas que se deslizan hacia el río Merdancho y las propias ruinas numantinas, la panorámica que se divisa desde allí es muy amplia. Desde el punto de vista militar, la elevada posición permitía dominar toda la ladera meridional de Numancia y controlar los movimientos del enemigo. También era el campamento más expuesto a las embestidas de los numantinos, por lo que tenía defensas reforzadas con respecto al resto. Defendido por una muralla de 4 m de espesor, de la que todavía se conservan restos, y de un escarpado barranco, en este campamento son fáciles de identificar las vías
praetoria -une la puerta pretoria con el pretorio-,
principalis y
decumana, así llamada por desembocar en la puerta de igual nombre.
5.º campamento: La Rasa
Esta fortificación, que defendía las alturas entre el río Duero y Peñarredonda, aún se distingue por los restos de unos 300 m de lo que fue una aparentemente sólida muralla. El campamento pudo tener una extensión de seis hectáreas. Se puede deducir que en este lugar se alojaron tropas ibéricas en rústicas cabañas de ramaje.
6.º campamento: Dehesillas
Este nombre procede de La Dehesa. Este fue el mayor campamento que levantó Escipión, siendo el único que conserva el arranque de muralla por ambos lados. Por la parte occidental, un vaciado de unos 6 m de amplitud indica el lugar en el que estuvo, probablemente, la puerta
decumana. Es el campamento que tenía mejor defensa natural, pues se situaba a una
altitud de 1.050
m. Desde él se dominaba fácilmente la visión de todos los alrededores, Numancia y todo el muro de circunvalación. Está situado sobre una meseta, rodeada por el
Duero. Su extensión de 14,6
ha. le hacen el mayor
castellum levantado por Escipión. La valla, que fue excavada por
Adolf Schulten, alcanzaba los 4 m. de altura.
7.º campamento: Alto Real
Los lugareños llaman Alto Real a la meseta próxima a las ruinas y cuya base baña el río Duero. Dada la ubicación del promontorio, se podía presumir que los romanos levantaron aquí una fortificación que dominó todo el valle del río. En este lugar se han hallado claras huellas del campamento, especialmente vasos romanos, incluida una ánfora muy trabajada por labores agrícolas. Lo que no ha sido posible hallar han sido sólidas estructuras a la manera romana, por lo que se han relacionado las irregulares construcciones descubiertas con habitaciones de tropas auxiliares ibéricas. De haber estado ocupada toda la colina, el acuartelamiento pudo tener una extensión de unas 8 ha.
Reconocimientos históricos
La
fragata Numancia, bautizada así en recuerdo de la ciudad celtíbera.
La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que los propios escritores romanos ensalzaron su resistencia, como
Plinio o
Floro, convirtiéndola en un mito, que se unió a los de otras ciudades y pueblos de la península que lucharon hasta el final, como
Calagurris,
Estepa o las ciudades
cántabras, entre otras. Esta lucha ha dejado huella en la
lengua española, que acoge el adjetivo "numantino" con el significado: "Que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias", según la
Real Academia de la Lengua.
Miguel de Cervantes dramatizó el hecho histórico del famoso asedio a la ciudad en su tragedia
El cerco de Numancia, escrita y representada hacia
1585. Durante la invasión francesa se reavivó el mito numantino al establecerse un claro pararelismo entre la resistencia celtíbera y la española.
El yacimiento fue declarado Monumento Nacional por Real Orden de 25 de agosto de 1882; por lo que gozó de la protección del Estado y la Comisión de Monumentos de Soria.
El pintor
Alejo Vera realizó en 1881 el cuadro
Los últimos días de Numancia; en 1886 se colocó un obelisco en recuerdo de los numantinos por el 2.º Batallón del Regimiento de San Marcial.
A comienzos del siglo XX, en el reinado de
Alfonso XIII, se volvió a prestar interés a Numancia. En recuerdo a la ciudad hispana, se ha dado el nombre de
Numancia a una ciudad en
Aklan,
Filipinas, al
Club Deportivo Numancia de Soria, a varios barcos y a unidades militares. En
1936, durante la
Guerra Civil Española, un regimiento llamado Numancia tomó el pueblo toledano de Azaña, y le cambió el nombre por el actual de
Numancia de la Sagra.
Arqueología
Jarrón numantino del Museo Numantino (
Soria).
El tiempo borró de la
memoria la situación geográfica de Numancia y su emplazamiento sólo se podía adivinar, de forma poco aproximada, por los escritos que habían dejado los romanos. Algunas
teorías la ubicaban en
Zamora hasta
1860, cuando
Eduardo Saavedra descubrió el emplazamiento real de las ruinas de la ciudad. También, en el siglo XVI, el erudito
Fray Antonio de Guevara en una carta al duque de Nájera, don Antonio Manrique, y su hermano el arzobispo de Sevilla en la que discutían si Numancia estaba en Zamora o Soria, Guevara da la indicación de que Numancia se halla en Garray
[1] Los emplazamientos de los campamentos romanos alrededor de la ciudad fueron establecidos por
Adolf Schulten. Las excavaciones arqueológicas regulares del lugar comenzaron en
1906 y continúan 100 años después, con un equipo de investigadores bajo la dirección científica de
Alfredo Jimeno.
Numancia en la actualidad
En la actualidad, Numancia es un yacimiento arqueológico de la provincia de
Soria, declarado
Bien de Interés Cultural incoado desde el
25 de agosto de
1882 y declarado el
29 de agosto de
1882.
Recreación de las murallas en Numancia de la actualidad.
Este yacimiento es excavado en la actualidad, por un grupo de arqueólogos de la
Universidad Complutense de Madrid bajo la dirección de
Alfredo Jimeno, mediante fondos de la
Junta de Castilla y León. Cada verano se realiza una campaña en el yacimiento que abarca los meses de julio y agosto, y posteriormente, los restos arqueológicos son analizados en los laboratorios de dicha universidad.
Desde
2003 se vienen realizando los trabajos de excavación en la Manzana XXIII. El proyecto actual pretende subsanar las dudas arqueológicas existentes en el yacimiento, en torno a los espacios domésticos, puesto que las otras manzanas fueron excavadas por Schulten, Melida, Taracena y otros arqueólogos de finales del
siglo XIX y principios del
siglo XX, los cuales no usaban metodología arqueológica de documentación exhaustiva de localización e identificación de los espacios.