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Batalla de Asculum (279 a. C.)

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Para otros usos de este término, véase Batalla de Asculum.
Batalla de Asculum
Parte de las Guerras Pírricas
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Lugares de la península Itálica en los que se libraron las batallas entre Roma y Pirro de Epiro.

Fecha 279 a. C.
Lugar Asculum (la actual Ascoli Satriano), Italia
Descripción Guerras Pírricas
Resultado Victoria pírrica griega
Beligerantes
República Romana Reino de Epiro,
Magna Grecia
Comandantes
Publio Decio Mus Pirro de Epiro
Fuerzas en combate
40.000 de caballería e infantería,[1]
300 armas especiales contra elefantes
40.000 de caballería e infantería,[1]
20 elefantes de guerra
Bajas
6.000 muertos 3.500 muertos





La batalla de Asculum (o Ausculum), librada en 279 a. C., fue un enfrentamiento entre las legiones romanas mandadas por el cónsul Publio Decio Mus y el ejército del general griego Pirro de Epiro, junto con tropas aliadas de tarentinos, oscos y samnitas.[2] Esta fue la segunda batalla del conflicto entre la República Romana y Tarento por el control de la Magna Grecia. Se produjo después de la retirada de Pirro tras su fracaso en el intento de reclutar aliados en su camino hacia Roma. Se desarrolló en las colinas cercanas a Asculum y se saldó con una ajustada victoria de Pirro.

Contenido



Antecedentes

A partir del siglo V a. C., la República Romana fue conquistando progresivamente toda la Italia peninsular. Tras las Guerras Latinas, que otorgaron a Roma el control de todo el territorio del Lacio, los samnitas, una tribu muy poderosa que habitaba en el centro de la península, empezaron a oponerse al creciente poder de Roma. Esto llevó a las Guerras Samnitas, que concluyeron con la conquista de todo el Samnio por parte de Roma. En las Guerras Pírricas los samnitas fueron el pueblo itálico que más apoyó a Pirro de Epiro, debido a su profundo odio a los romanos.
Roma venció sucesivamente a los pueblos del Lacio, a los etruscos, a los galos (quienes se habían instalado en la llanura del Po) a los samnitas y, finalmente, decidió apoderarse del sur de la península Itálica, también conocida como la Magna Grecia entre los pueblos helenos. Esta región era un territorio que abarcaba las antiguas colonias griegas de la costa (Tarento y Crotona) y los pueblos nativos del interior (mesapios, oscos, apulios, brucios y daunios).

Inicio de las Guerras Pírricas

Artículo principal: Guerras Pírricas
Las Guerras Pírricas tuvieron su origen en una violación por parte de Roma de un antiguo tratado entre ésta y la polis griega de Tarento, al enviar una flota en ayuda de la ciudad de Turios contra las incursiones de las tribus de Lucania. Tarento atacó la flota romana, lo que, pese a intentar solucionarlo diplomáticamente, llevó a la declaración de guerra. Los tarentinos pidieron ayuda a Pirro de Epiro, quien aceptó ir en ayuda de Tarento.
Pirro llegó a Italia en el año 280 a. C. con 25.000 soldados y algunos elefantes. El primer enfrentamiento se llevó a cabo en Heraclea de Lucania, donde el romano Publio Levino fue derrotado, perdiendo a más de 7.000 hombres. Pese a haber vencido en la batalla, Pirro perdió a un gran número de soldados. Aunque, posiblemente, el golpe más duro que recibió fue que muy pocos nativos itálicos se le unieron en su guerra contra Roma, en contra de lo que él esperaba.

Pueblos en la península Itálica durante el siglo IV a. C.
Pirro decidió entonces avanzar hacia la Campania. Al no poder tomar Capua, se dirigió hacia Roma con la esperanza de reclutar pobladores de las ciudades por las que pasaban.[3] Tuvo que dar media vuelta, estando a tan sólo 30 km de la ciudad, debido a la falta de apoyo local. Su intención era imponer duras condiciones de paz a Roma, pero ésta no aceptó negociar con él. Los romanos devolvieron a Pirro todos los prisioneros que éste había hecho liberar para comenzar las negociaciones.
En su retirada hacia el sur desde Roma, Pirro fue alcanzado por el ejército romano en una llanura rodeada de colinas cerca de la ciudad de Ausculum, a 130 km de Tarento.

Ejércitos

En este segundo encuentro entre las falanges macedonias y las legiones romanas, ambos ejércitos estaban en igualdad numérica. Los romanos tenían un mayor número de soldados de infantería (cuatro legiones, 20.000 romanos, más los aliados daunios) y 300 armas especiales. Pirro desplegó su infantería macedonia y su caballería (sus propias tropas), infantería mercenaria griega, aliados griegos de Italia, incluida la milicia tarentina, la caballería e infantería samnitas y 20 elefantes de guerra.[4] Los griegos tenían ventaja en cuanto a caballería y los elefantes. Para contrarrestar la flexibilidad de la legiones romanas, Pirro mezcló la infantería ligera itálica con sus falanges.
Después de la batalla de Heraclea, donde los elefantes de guerra griegos produjeron un gran impacto sobre los romanos, las legiones se surtieron de proyectiles y armas especiales contra los animales: carros de bueyes equipados con largas picas, recipientes de cerámica ardiendo para asustarlos, además de tropas que se desplegaban para proteger al resto del ejército y lanzar jabalinas y otros proyectiles contra las bestias para que retrocedieran.

Batalla

La batalla transcurrió durante dos días. Como era normal en aquella época, ambos ejércitos desplegaron su infantería en el centro y la caballería en los flancos. Al principio, Pirro situó a su guardia montada personal y a los elefantes de guerra justo detrás de la infantería como reserva.[5]
En el primer día, la caballería y los elefantes de Pirro fueron bloqueados por los árboles y colinas donde se libraba la batalla. Sin embargo, las falanges no tuvieron inconvenientes en su enfrentamiento con la infantería itálica. Los macedonios derrotaron a la primera legión romana y sus aliados itálicos del ala izquierda, pero la tercera y cuarta legiones vencieron a los tarentinos, oscos y epirotas en el centro, mientras que los daunios atacaban el campamento griego.[6] Pirro envió a parte de su caballería de reserva a tapar el hueco en el centro de su formación y a otro grupo de caballería, más algunos elefantes, para ahuyentar a los daunios. Cuando éstos se retiraron hacia una colina escarpada e inaccesible para los animales, decidió desplegar sus elefantes contra la tercera y cuarta legiones. Estas también se refugiaron en las colinas arboladas, pero se vieron imposibilitadas de aprovechar la ventaja, ya que los arqueros y honderos que escoltaban a los elefantes dispararon proyectiles con fuego, incendiando los árboles. Pirro envió a los atamanios, acarnanios (ambos pueblos griegos aliados de los epirotas) y samnitas para forzar a sus adversarios a salir de la arboleda, pero fueron dispersados por la caballería romana. Ambos bandos se retiraron de la batalla al anochecer sin que ninguno hubiera conseguido una clara ventaja.
Al amanecer, Pirro ubicó a su infantería ligera en el duro terreno que había resultado ser un punto débil el anterior día, lo que forzó a los romanos a entablar batalla en campo abierto. Al igual que en Heraclea,[7] las legiones romanas y falanges macedonias trabaron combate hasta que una carga de elefantes apoyados por infantería ligera rompió la línea romana. En ese momento, los romanos enviaron a sus «carros antielefantes», pero éstos solo resultaron efectivos durante unos breves instantes, ya que los psiloi, tras rechazar a la caballería romana, arrollaron a los soldados que conducían los carros. Los elefantes cargaron de inmediato contra la infantería, que comenzó a retroceder. Simultáneamente, Pirro cargó con su guardia personal para completar su victoria. Los romanos se retiraron desordenadamente a su campamento.[8]

Carga de elefantes contra un ejército romano.

Consecuencias

Los romanos perdieron 6.000 hombres y Pirro, 3.500,[9] incluidos muchos de sus oficiales. Esta victoria griega, con tan escaso margen y grandes pérdidas, llevó a la creación del término victoria pírrica para referirse a una victoria que se consigue con un gran coste humano.[10] Pirro, en un momento posterior a la batalla, dijo: «Otra victoria como esta y estaremos acabados», aunque otras fuentes sugieren que fue: «Otra victoria como esta y volveré solo a Epiro».[11] Según la tradición Publio Decio Mus murió durante la batalla, al entregar su vida a los dioses a cambio de la victoria; otros escritos sugieren que sobrevivió.
Sabiendo que su situación era desesperada a causa de las grandes pérdidas que había sufrido pese a la victoria, Pirro ofreció una tregua a Roma. Sin embargo, el Senado Romano se negó a aceptar cualquier acuerdo mientras Pirro mantuviese sus tropas en territorio italiano. Roma, en cambio, decidió firmar un tratado con Cartago contra Pirro, lo que cortó su carrera militar, ya que las ciudades griegas, a las que él decía defender, sentían que por su culpa habían perdido la oportunidad de aliarse tanto con Roma como con Cartago. La única esperanza griega habría sido aliarse con una de las dos potencias y provocar un enfrentamiento entre ellas.

Otra posible batalla para el futuro: La batalla de Asculum ( 279 a. C. )

Fue otra de las batallas de las guerras pírricas.

CRONICA DE LA BATALLA DE HERACLEA

El ejercito romano y el del Rey Pirro de Epiro se encuentran frente a frente. En principio, menos por los elefantes que aparecen en el flanco derecho. Es la primera vez que los legionarios romanos se enfrentan con estos animales, lo que les provoca lo que las reglas de la partida llama "pánico a primera vista".


 Despliegue de los dos ejercitos sobre el campo de batalla, los romanos a la derecha de la imagen y los de la colalición griega liderada por los epirotas de Pirro a la izquierda.


La batalla comienza con los elefantes del flanco derecho griego aproximandose a las filas romanas. Los caballos del ala izquierda latina relinchan y se encabritan por el desconocido olor de estas enormes bestias. Los equites romanos se miran y observan horrorizados como se acercan estos poderosos animales.


Fran que encarna a Publio Valerio Levino decide contraatacar movilizando su flanco derecho hacia los arqueros griegos.


En el flanco derecho epirota la caballería ligera griega se acerca a las lineas romanas para lanzar sus jabalinas contra la caballería media latina.



Los romanos responden aproximando más sus lineas en el flanco derecho. Tanto Pirro ( Curro ) como Publio Valerio Levino  ( Fran ) parecen querer potenciar los dos sus respectivos flancos derechos que a priori es donde cada ejercito cree tener ventaja clara.

Tras lanzar sus jabalinas la caballería ligera epirota se guarnece en la lina de elefantes de guerra que avanzan lentamente hacia las lineas romanas.

Los romanos siguen insistiendo en el avance de su flanco izquierdo deteniendose justo a los tres exagonos de alcance de los arqueros griegos que cubren el flanco izquierdo epirota.

La infantería media romana formada por los princeps avanzan decididos hacia las lineas epirotas.

Los triari avanzan tras los princeps en el flanco derecho mandados por el propio Publio Valerio Levino


 Los arqueros epirotas responden diezmando a la unidad media romana formada por princeps que lidera el avance. Los temibles hoplitas griegos también estan al alcance de la valiente unidad romana. La unidad de caballería romana es eliminada en el ataque a los auxiliares griegos sin conseguir eliminar a esta unidad.



Los auxiliares griegos avanzan y cargan contra los princeps romanos que diezman a los griegos, pero no consiguen destruir la unidad y obtener un estandarte.

Mientras en el flanco izquierdo romano se produce una carga de la caballería romana contra los elefantes epirotas que acaba en desastre, la caballería esta muy  perjudicada por el temor que los elefantes provocaban en los caballos, esto hace que al no poder sumar los simbolos de espada contra los elefantes, el primer simbollo de unidad pesada que se obtenga en los dados ha de ser descartado con lo que es complicado luchar con la caballería contra los elefantes.

Se produce el desastre en el flanco izquierdo romano, se pierden las tres unidades de caballería romana sin conseguir eliminar ninguna de las unidades de elefantes epirotas que se abren dejando avanzar con impetu a la caballería griega liderada por Leonato ( segundo en el mando del ejercio heleno ), Casio( segundo consul ) el comandante del flanco izquierdo romano avanza con sus princeps intentando evitar la derrota que aparece ya casi irremediable.


La caballería griega, seguida de sus elefantes gira y arremete contra el centro romano para terminar de decidir la batalla dando la victoria al ejercito epirota al mando de Pirro.

Eliminados los velites, la caballería arremete contra una diezmada unidad de hastati que no puede rehuir el combate, la eliminación de esta unidad otorga a los epirotas el septimo estandarte de victoria y pone en fuga al resto del ejercito romano completamente desmoralizado. siete estandartes a dos.

Cómo vencieron las legiones a la falange macedónica

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¿CÓMO VENCIERON LAS LEGIONES ROMANAS A LA FALANGE MACEDONIA?

Durante toda la Antigüedad, generación tras generación se hizo esta pregunta ¿qué hubiera ocurrido si Roma y Alejandro se hubieran enfrentado?
Pero no es una pregunta válida históricamente. La Roma de tiempos de Alejandro no era más que una pequeña ciudad de ladrillo que pugnaba con sus vecinos del Lacio. En tiempos de Alejandro, si hubiéramos viajado a Roma, nos habría resultado imposible imaginarnos, ni aún en el más fantástico de los sueños, que aquella ciudad del tercer mundo sería un día la capital del Mundo. Evidentemente, Alejandro no hubiera tenido ningún problema en borrar de la faz de la tierra a su ejército con un suspiro, no sólo porque su sistema táctico era mejor, sino porque el macedonio era un genio.
Sin embargo, años después de la muerte de Alejandro las legiones romanas ya se habían ya enfrentado a la falange macedonia durante la incursión de Pirro, rey del Épiro. La falange venció a la legión, pero no la derrotó completamente, ya que las legiones, en dos ocasiones, una vez derrotadas, se retiraron del campo de batalla disciplinadamente tras haber infligido al enemigo gran número de pérdidas. Es por ello que se habla de una "victoria pírrica" cuando se alude a una victoria que causa al vencedor tal daño que no puede sacar partido de ella. Ésta fue la primera noticia que "el mundo civilizado" tuvo de esa tal Roma, y no dejó de sorprender que un ejército de una ciudad casi desconocida hubiera resistido nada menos que a Pirro, que en aquel momento estaba considerado como el mejor general de su tiempo.
Sin embargo, la verdadera confrontación con la falange macedonia no llegaría hasta el 22 de junio de 168 aC, ya que los ejércitos cartagineses estaban compuestos, en su mayor parte por tropas mercenarias y la falange era sólo una parte del total. Ese día de junio de 168 aC el ejército consular romano de Emilio Paulo (2 legiones romanas más dos unidades italianas aliadas) con unos 20.000 infantes, 2.500 jinetes y 34 elefantes (los elefantes ponían una nota exótica, porque para otra cosa no servían) se enfrentó a la falange del rey Perseo en Pidna, junto al monte Olimpo.
El formidable bloque de la falange creada por Filipo de Macedonia siglos atrás proyectaba su frente erizado de picas contra la línea de batalla romana con las dos legiones en el centro flanqueadas por los dos contingentes italianos aliados. La táctica a seguir por la falange estaba clara: avanzaría contra los romanos como un erizo, pero Emilio Paulo ya había dispuesto lo que había que hacer esa mañana. La falange avanzaba, pero el terreno era desigual y el avance creó huecos que hicieron relamerse de gusto a los centuriones romanos. Los hombres de Emilio Paulo lanzaron sus pila como siempre, pero inmediatamente después, la legión se descompuso en múltiples filas de a uno que se metieron por entre los huecos que dejaban las sarissas macedonias.
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En ese momento los centuriones tomaron el mando táctico de la legión encabezando las hileras de romanos que se introducían dentro de la misma falange por todas partes y que asaltaban los flancos desprotegidos. Los romanos, armados con la formidable espada española corta, masacraron a los piqueros macedonios que no podían hacer nada con las manos ocupadas en sostener la enorme lanza de acometida y el escudo.
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Otra soberbia ilustración del maestro Peter Connolly (Ed. Greenhill books) sobre la batalla de Pidna.
Fue una auténtica masacre. Los hombres de Emilio Paulo despedazaron por completo a los macedonios. Murieron cien romanos y más de veinte mil macedonios. Y tal desproporción fue posible porque aquello no fue una batalla, sino una matanza en la que los orgullosos macedonios quedaron despedazados, atrapados en su propia falange que ya había quedado irremediablemente obsoleta como unidad táctica. Aquella mañana en Pidna la legión romana demostró su soberbia superioridad táctica contra cualquier otra unidad. Su elasticidad, su flexibilidad, su capacidad para actuar en bloque o dividida en cien unidades que aguijoneaban al enemigo para después volver a unirse en un bloque compacto, decidieron la batalla lanzando a la falange creada por Filipo de Macedonia al baúl de los recuerdos.
 Fuente:
http://www.historialago.com/leg_alex_01080_contraromanos_01.htm

El sitio de Numancia

Numancia (HD), impactante documental educativo de animación 3D

Numancia en la Wikipedia

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Numancia
Información
Habitantes Pelendones o arévacos
Idioma Celtíbero
Fundación ?
Desaparición siglo IV d. C.
Región Celtiberia
Administración
Correspondencia actual Garray, Soria, Bandera de España España
Numancia es el nombre de una desaparecida población celtíbera situada sobre el Cerro de la Muela, en Garray, a 7 km. al norte de la actual ciudad de Soria, España.
En el año 153 a. C. tiene el primer conflicto grave con Roma, al dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos de la tribu de los bellos, procedentes de la ciudad de Segeda (actualmente sus restos están situados entre Mara y Belmonte de Gracián (Zaragoza). Los numantinos, al mando de Caro de Segeda, consiguen derrotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul Quinto Fulvio Nobilior, pero hubieron de lamentar que su jefe, Caro, muriera en la batalla.
Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año 133 a. C., el senado romano confiere a Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia, a la que finalmente pone sitio, levantando un cerco de 9 km. apoyado por torres, fosos, empalizadas, etc. Tras 13 meses de hambrunas, enfermedades y tras agotarse sus víveres, los numantinos deciden poner fin a su situación. Algunos de ellos se entregan en condición de esclavos al ejército de Publio Cornelio Escìpión Emiliano, mientras que la gran mayoría de los numantinos decidieron suicidarse, prevaleciendo su condición de libertad frente a la esclavitud de Roma.

Contenido



Origen y situación


Calle de la Numancia romana, con una de las domus del barrio sur.
No está muy claro si era una ciudad que pertenecía al pueblo de los pelendones o de los arévacos. En este sentido, Plinio el Viejo afirma que es una ciudad pelendona, aunque otros autores, como Estrabón y Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. Las principales conjeturas respecto a esta cuestión radican en el origen histórico de la llegada de ambos pueblos al actual suelo español. Los arévacos vinieron a la península posteriormente a los pelendones y los desplazaron hasta el norte de Soria, no quedando claro cuál de ambos fue el auténtico precursor de la ciudad de Numancia.
La principal fuente de datos sobre la antigua vida en Numancia proviene de la arqueología, puesto que apenas subsisten restos escritos sobre la vida cotidiana de sus habitantes.
La ubicación geográfica de la ciudad celtíbera se sitúa en el Cerro de la Muela de Garray, un punto estratégico delimitado por las montañas del Sistema Ibérico, desde el Pico de Urbión hasta el Moncayo, y rodeado por los fosos del río Duero y su afluente, el río Merdancho. Su superficie pudo haber llegado a las ocho hectáreas.
Su primera ocupación data del Calcolítico, a comienzos de la Edad del Bronce, (entre el 1800 a. C.-1700 a. C.). Perduraría un asentamiento de la cultura castreña de la Edad del Hierro hasta el siglo IV a. C.
Tras ser arrasada por Roma, la ciudad no estuvo mucho tiempo sin ser ocupada, encontrándose restos de poblamiento pertenecientes al siglo I a. C. Esta época se caracteriza por un urbanismo bastante regular, aunque sin grandes edificios públicos. En el siglo III comienza su decadencia (aunque se han encontrado restos romanos del siglo IV).

Estructura de Numancia

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y director del equipo arqueológico que actualmente trabaja en Numancia, Alfredo Jimeno, la describe así:
La amplia superficie excavada (unas seis hectáreas) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua (destruida en el 133 a. C. por Escipión Emiliano, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtíbera del siglo I a. C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.
Alfredo Jimeno. Revista de Historia de Iberia vieja, número 6. 2005
Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste para protegerse del frío. Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.
Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada. En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.

Reconstrucción de una vivienda celtibérica en Numancia.
Los hogares eran de piedra, aunque había elementos de madera, adobe, barro y paja; la techumbre quedaba constituida por trendazos de centeno. Los numantinos recubrían el suelo con tierra apisonada para caldear el ambiente. Las casas eran cálidas y acogedoras.
En cuanto a los alimentos, la carne se alternaba con los cereales, frutos secos y legumbres. También había vino con miel y la famosa cerveza llamada caelia, hecha de trigo fermentado.
Un elemento interesante era la presencia de corrales rectangulares, anejos a las casas. Era costumbre de los habitantes bañarse en su propia orina, pese a ser cuidadosos y limpios en su manera de vivir, según Diodoro Sículo y Estrabón.
Una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas de entrada y salida, defendía a sus habitantes, que podían vivir de modo permanente en un número de 2.000.

La Historia y sociedad numantina

Los primeros asentamientos humanos en Numancia se establecieron en el III milenio a. C., cuando la zona era densamente boscosa y contaba con una fauna rica en ciervos, jabalíes, osos, lobos, liebres, conejos, caballos, etc. Los pastos eran ricos y en ellos se criaban cabras y ovejas, que eran la principal fuente de riqueza. Estos primeros asentamientos consistían en cabañas construidas con materiales perecederos, ya que en ellas habitaban pastores que realizaban movimientos estacionales con sus rebaños. La región tenía un clima muy duro, con fuertes heladas y nevadas abundantes, donde soplaba el cizicus o cierzo, un frío viento del norte.
Hacia el siglo VII a. C., en este asentamiento se utilizaban cerámicas hechas a mano, con formas bitroncocónicas. Desde el siglo VII a. C. el asentamiento pasó a ser un castro, típico de la cultura castreña de la provincia de Soria; este tipo de asentamientos estaban muy bien fortificados y su base económica era mayoritariamente ganadera. La cerámica pasó a tener posteriormente formas lisas sin decoración, similares a las aparecidas en Navarra y La Rioja. A principios del siglo IV a. C. aparecieron decoraciones cerámicas realizadas a peine o con incrustaciones de botones metálicos, lo que indica un momento inmediatamente anterior al establecimiento de la cultura Celtíbera, en la cual aparecieron ya cerámicas a torno y decoraciones concéntricas y con estampados. En este momento, hacia el 350 a. C., Numancia pasó a tener un número importante de habitantes y nació como ciudad. Los numantinos aprendieron entonces el manejo del horno oxidante, el torno de alfarero y el uso de la pintura para decorar cerámica, a partir de los conocimientos de sus vecinos celtíberos del este, que por estar en el valle del Iber o Ebro ya habían sido iberizados.

Economía

Se cree que durante la ocupación prerromana su principal fuente económica era la ganadería. Hay constancia de pagos a otros pueblos e incluso a Roma por medio de pieles de buey o de capas de lana (sagum) en grandes cantidades.
La carne y la leche fueron los alimentos básicos de su dieta, infiriéndose esto último por diversas representaciones cerámicas, las cuales demuestran que los animales más importantes fueron el conejo, el buey, la cabra y la oveja.
La agricultura no fue una actividad muy importante en la estructura comercial de los numantinos. A fin de suplantar esta y otras carencias, se sabe que mantuvieron relaciones comerciales con diversos pueblos cercanos para adquirir productos de primera necesidad. Entre estos últimos, se cuentan especialmente los vacceos, que les procuraban trigo y otros cereales, motivo por el cual los romanos quemaron los campos de cereal de los vacceos para propiciar el aislamiento de Numancia y su posterior asedio.

Conquista y asedio de Numancia

El sometimiento de los pueblos de la península al Imperio romano tenía sus excepciones. Pueblos como los arévacos, vacceos, tittos, bellos o lusitanos opusieron una heroica resistencia en una fase intermedia de la conquista, y ciudades como Numancia y Termancia (Tiermes) llegaron a mandar a Roma embajadas para tratar con el Senado romano.
El cónsul Quinto Cecilio Metelo Macedónico, que había conquistado y sometido gran parte de la península, ocupó gran parte de las ciudades de los arévacos, vacceos y pelendones, pero se le resistieron Numancia y Termancia. Fue sustituido por Quinto Pompeyo Aulo, quien llegó celoso de la gloria de Servilio Cepión por poner término a la insurrección acaudillada por Viriato. Pero fracasó rotundamente al intentar someter a las dos ciudades celtíberas.
El año 153 a. C., los habitantes de Segeda, capital de los Belos, cuyo nombre en celtíbero era Sekaiza, dilataba el envío de soldados para servir en el ejército romano, se negaba a pagar impuestos al tiempo que ampliaba las fortificaciones, iniciando la construcción de una nueva muralla. El Senado mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un numeroso ejército de 30.000 soldados; el hecho de que se empleara un contingente tan grande hace pensar que se buscaba un objetivo más importante que el de castigar a la pequeña ciudad. La llegada de este gran ejército obligó a los segedenses a abandonar sus casas y sus pertenencias y a refugiarse en territorio de los arévacos, a los que pidieron que mediaran en el conflicto, lo cual no dio ningún resultado. Así, los arévacos se aliaron con los segedenses y, con el caudillo segedense Caro como jefe, se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6.000 bajas entre los romanos, pero también la muerte del mismo Caro.
En aquel entonces, Numancia contaba con una sólida muralla de protección y con un ejército de unos 20.000 soldados a pie y 5.000 jinetes, cifra que fue descendiendo a medida que las Guerras Celtíberas avanzaban (8.000 en el 143 a. C. y 4.000 en el 137 a. C.), debido a que Roma fue controlando más territorios y, por tanto, existían menos posibilidades de reclutar defensores en las regiones contiguas. Fulvio Nobilior empezó entonces el asedio a la ciudad, para lo que levantó un campamento. Al poco el rey númida Masinisa, aliado de Roma, le envió refuerzos, entre los que destacaban 10 elefantes, lo que hizo que Nobilior iniciara el ataque a la ciudad.

Primera batalla de Numancia

Parecía que los elefantes iban a ser una fuerza determinante, ya que los numantinos no los habían visto antes y mostraban pánico, pero la caída de una enorme piedra hirió a uno de los elefantes, que enloqueció y cargó contra los atacantes romanos. El desorden que se generó fue tal que los celtíberos aprovecharon la ocasión para atacar a los sitiadores y matar a unos 4.000 romanos.
Fulvio Nobilior no quiso intentar nada más e invernó en su campamento con escasez de víveres y recibiendo continuos asaltos de los numantinos.
Al año siguiente 152 a. C., fue nombrado cónsul Claudio Marcelo, con el que los celtíberos lograron un acuerdo de pacificación que incluía el pago de un impuesto de guerra, acuerdo que no fue aceptado por el Senado romano. Tras esta negativa, los numantinos -viendo el talante conciliador del cónsul romano- llegaron a un acuerdo de paz a cambio de una gran cantidad de dinero, que se mantuvo en la Celtiberia hasta el 143 a. C.. En este año, tras varias victorias del lusitano Viriato sobre los romanos y el considerable aumento de la tensión entre romanos y celtíberos, éstos se levantaron de nuevo en armas. La rebelión se consideró muy grave en Roma, por lo que se decidió enviar un fuerte ejército de más de 30.000 soldados al mando del cónsul Cecilio Metelo, laureado que venía de combatir en Macedonia. Metelo estuvo en Hispania dos años y mostró un talante moderado, lo que llevó a los numantinos a negociar una paz que, a cambio de rehenes, ropa, caballos y armas, les convertiría en amigos y aliados de Roma. Sin embargo, el día en que debía ratificarse el acuerdo se negaron a entregar las armas. La ruptura del pacto enfadó enormemente a Roma, que consideró que la osadía de este pequeño reducto en los límites occidentales del Imperio no podía ni debía ser tolerada, ya que se había convertido en una prueba para el prestigio militar romano.

La reanudación de la guerra

El 141 a.C. se nombro cónsul a Quinto Pompeyo Aulo, rival político de Metelo, que no destacó precisamente por su labor militar, ya que tras un año de campaña lo único que había conseguido era estrellarse contra las murallas de Numancia y Termancia. Popilio Laenas, el nuevo cónsul, atacó en 139 a. C. Numancia, pero tras ser derrotado decidió saquear los campos de cereales de los vacceos para justificar su actividad militar. La ineptitud militar llegó a su punto más alto con Cayo Hostilio Mancino en el 138 a. C., quien atacó a Numancia con más de 20.000 hombres, y al retirarse fue rodeado por los numantinos, menos de 4.000, y tuvo que capitular para salvar su vida y la de los soldados. Los numantinos se limitaron a desarmar al ejército romano a cambio de la paz. Fue llamado a Roma con los embajadores numantinos que, como nación bárbara, acampaban a las afueras de la ciudad.
Como castigo, fue humillado por los propios romanos ante las murallas numantinas siendo ofrecido a los numantinos para que hicieran con él lo que quisieran: lo dejaron desnudo con las manos atadas a la espalda, en una ceremonia increíble teniendo en cuenta la enorme desigualdad de fuerzas entre ambos ejércitos. La suerte corrida por Mancino hizo que los siguientes tres cónsules romanos, Marco Emilio Lépido Porcina 137 a. C., Lucio Furio Filón 136 a. C. y Quinto Calpurnio Pisón 135 a. C., no se atrevieran a atacar Numancia.
Estos 18 años de lucha con concesiones y dilaciones contribuyeron a que quedara finalmente como uno de los baluartes hostiles a Roma.

Preparativos para el último sitio a Numancia


El Senado Romano, decide mandar a Escipión el Africano Menor para sitiar Numancia definitivamente.
Este cúmulo de humillaciones dio lugar a que Roma enviara, en el año 134 a. C., a su mejor soldado, Publio Cornelio Escipión Emiliano, apodado entonces el Africano Menor y nieto adoptivo del vencedor de Cartago, Publio Cornelio Escipión el Africano. La primera dificultad que se ofreció en Roma para designar a Escipión como jefe del ejército sitiador de Numancia, escribe Mélida, fue que no tenía el tiempo prescrito para el consulado, por lo que tuvieron que cambiar el calendario y que los tribunos volviesen a derogar la ley en cuanto al tiempo, como habían hecho en la guerra de Cartago, y quedase en vigor para el año siguiente. El prestigio de tal general incitó a multitud de romanos a alistarse a sus órdenes, pero no lo consintió el Senado, pues Roma andaba empeñada en otras guerras.
Escipión marchó a la Península con 4.000 voluntarios, tropas mercenarias de otras ciudades y de otros reyes, escribe Apiano, que voluntariamente se le ofrecieron por conveniencia propia. Además, con personas escogidas y fieles formó la llamada "cohorte de los amigos". Pidió dinero; negóselo el Senado, consignándole sólo ciertas rentas a la sazón no vencidas y, según Plutarco, contestó Escipión que "le bastaba el suyo y el de sus amigos". Tal fue el esfuerzo personal con que aquel experimentado soldado se aprestó a la empresa.

Numancia de Alejo Vera y Estaca.
Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento. Dice Apiano que desterró a todos los mercaderes, rameras, adivinos y agoreros, a quienes los soldados consternados en tantos infortunios daban demasiado crédito; expulsó a los criados, vendió carros, equipajes y acémilas, conservando las puramente necesarias; prohibió ir en bestia en las marchas. Poco después llegaba a su campamento el rey númida Yugurta con 15.000 hombres. Cuando tuvo moralizado a su ejército, sumiso y hecho al trabajo y a la fatiga, trasladó su campo cerca de Numancia, cuidando de no dividir sus fuerzas, como hicieron otros, ni de batirse sin antes explorar.
-Es un disparate -decía- aventurarse por cosas leves. Es imprudente el capitán que entra en acción sin necesidad, así como aquel otro es excelente que se arriesga cuando lo pide el caso: así es que los médicos no usan sajaduras ni cauterios antes de las medicinas.

El último ataque


Imagen de Escipión el Africano Menor.
En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Cauto y sagaz, Escipión concibió el plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vácceos a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de sus tropas y amontonando lo demás, le prendió fuego. Comoquiera que los pallantinos de Complanio hostilizaran a los forrajeadores romanos, mandó para rechazarlos a Rutilio Rufo, tribuno entonces y escritor de estos hechos, dice Apiano; y cubriendo la retirada el mismo Escipión, pudo salvarlo con su caballería.
Comenzó un cerco estricto, construyendo primero fosos, empalizadas y terraplenes para proteger a sus soldados, además de levantar un muro de 9 km, de ocho pies de ancho y diez de alto, con torres a un plethron (30,85 m) de distancia unas de otras, que rodeaban la ciudad y que estaba vigilado por siete campamentos. Las torres contaban con catapultas, ballestas y otras máquinas; aprovisionó las almenas de piedras y dardos, y en el muro se instalaron arqueros y honderos. También utilizó un sistema de señales, muy desarrollado para la época, que permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera estar en peligro.
Igualmente hizo otro foso por encima del primero y lo fortificó con estacas, y no pudiendo echar un puente sobre el río Duero, por donde los sitiados recibían tropas y víveres, levantó dos fuertes y atando unas vigas largas con maromas, desde el uno al otro, las tendió sobre la anchura del río... "En estas vigas, añade el historiador, había clavado espesos chuzos y saetas, las cuales, dando vueltas siempre con la corriente, a nadie dejaban pasar, ni a nado, ni buceando, ni en barco, sin ser visto."
En total contaba con más de 60.000 soldados, entre los que figuraban gentes del país, más los arqueros y honderos correspondientes a doce elefantes (que actuaban como torres móviles) que trajo Yugurta, contra apenas 2.500 numantinos sitiados. Destinó la mitad de las fuerzas para guardar el muro, preparó 20.000 hombres para las salidas que fueren necesarias y dejó de reserva otros 10.000. Dio Escipión el mando de un campamento a su hermano Máximo y él tomó el otro, y todos los días y noches recorría por sí mismo la circunferencia con que tenía cercada la ciudad; siendo él, en concepto de Apiano, el primero que tal hizo con gentes que no rehusaban la pelea.
Con estos datos históricos y haciendo aplicación de ellos en un concienzudo estudio topográfico del terreno que rodea el cerro de Numancia, el profesor de Historia Adolf Schulten, de la Universidad de Erlangen, Alemania, logró descubrir en cinco años los restos de dichas fortificaciones y los siete campamentos o fuertes de Apiano, presentándolos al Instituto Arqueológico de Berlin (1880). La primera conclusión que sacó de sus descubrimientos es que los campamentos de Escipión no fueron obras de barro y madera como los construidos por César ante Alesia en la Galia, sino construcciones de piedra como las del tiempo del Imperio.
El más importante de estos campamentos y también el que ocupa la posición más eminente es el de Peña Redonda, que está en un alto, en el avance de una sierra, al sudeste del cerro de Numancia, separado de él por el riachuelo Merdancho. Siguen por el Este las fortificaciones de Peñas Altas, consistentes principalmente en una ancha muralla, que posiblemente unió con una torre cuadrada de gruesa fábrica, lo cual es verosímil que sirviera para instalar una catapulta, que por lo próxima a Numancia debió hacerle mucho daño. Al pie de ésta, en una pequeña meseta llamada Saledilla, halló el Dr. Schulten huellas del incendio de la ciudad, de donde se deduce que debió existir un arrabal de la misma, que solo dista 150 m del baluarte de la catapulta. Siguiendo hacia el NE, desde Peñas Altas se encuentra otra eminencia, Valdevortón, donde un antiguo canal de desagüe indicó al explorador la existencia de un campamento, cuyos escasos restos pudo encontrar.
Según Apiano, sólo Retógenes el Caraunio, con algunos compañeros y algo de caballería, pudo burlar este cerco para pedir ayuda a las ciudades vecinas, de las que únicamente Lutia se mostró dispuesta a socorrer a la ciudad, lo que acarreó una terrible venganza de Escipión sobre los lutiakos.
Tras quince meses de asedio la ciudad cayó, vencida por el hambre, en el verano del 133 a. C. Sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse. Incendiaron la ciudad para que no cayera en manos de los romanos. Los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
Escipión regresó a Roma y allí celebró su triunfo desfilando por las calles con cincuenta de los numantinos capturados. Para entonces, Numancia ya se había convertido en leyenda.

Situación de los campamentos

Cuando Escipión se plantó ante Numancia a finales de 134 a. C., lo hizo con una idea ya concebida: tomaría la ciudad por bloqueo y no por asalto. Esto le llevó a ordenar la construcción de sólidos vallados que formaron una línea continua en torno a las murallas. Para cerrar los 4.000 m se necesitaron un total de 16.000 estacas, calculando unas 4 estacas por metro. A éstas había que añadir otros postes para entrelazar la empalizada. En total unas 36.000 estacas, que fueron transportadas por 20.000 hombres. Cuando, por fin, estuvo preparada la defensa, los soldados pudieron trabajar con mayor tranquilidad en el levantamiento de la muralla y el foso, que en total medía unos 9000 m. Aún hoy es posible distinguir restos de aquellos campamentos romanos.

1.º campamento: Castillejo

Desde aquí dirigió Escipión el sitio. Para la construcción se aprovecharon cimientos anteriores. Esta posición era estratégica, por abarcar toda la circunvalación y estar bien defendida por abruptas pendientes. Asimismo, el fuerte estaba orientado hacia el sol naciente de octubre, lo que indica que fue levantado en esa época. De muros sólidos, entre las ruinas del pretorio aún es posible distinguir una fila de habitaciones y parte de una cocina con dos hogares, construidos en el exterior para evitar incendios. Se calcula que este cuartel podía acoger a 5.000 soldados, aunque se cree que nunca hubo allí más de 2.500 hombres. Además, sorprende lo angosto de las estructuras y el hallazgo de piezas de metal precioso.

2.º campamento: Travesadas

De este acuartelamiento, con la misma estructura básica que el de Castillejo y Peñarredonda, se han conservado restos de los cuarteles, al parecer destinados a las tropas itálicas. La superficie total del campamento puede haber sido de unas 4 ha, una porción de terreno relativamente pequeña si se la compara con otras construcciones de características similares. Como en los otros casos, aquí también existe una puerta pretoria, la cual estuvo protegida, desde el interior del recinto, por dos torres de formidables proporciones. En cuanto a los restos allí hallados, son de poca cuantía. Tan sólo la punta de una flecha de catapulta, un puñal y una moneda.

3.º campamento: Castillo ribereño de molino/Valdevortón

Según Apiano, Escipión mandó levantar dos castillos para cortar el curso del río Duero. Está levantado en el punto de confluencia entre los ríos Merdacho y Duero, los lados este y oeste estaban protegidos por fosos de 3 m de profundidad y 5-10 m de anchura. A pesar de los trabajos agrícolas realizados en la zona, una capa de humus de más de un metro de grosor ha permitido conservar importantes restos. Los 400 hombres que formaron la guarnición, además de atender al río, tenían que cubrir también los desfiladeros del río y las colinas por la que los numantinos, después de atravesar el río Merdancho, podrían atacar fácilmente.

4.º campamento: Peñarredonda

Enclavado entre las lomas que se deslizan hacia el río Merdancho y las propias ruinas numantinas, la panorámica que se divisa desde allí es muy amplia. Desde el punto de vista militar, la elevada posición permitía dominar toda la ladera meridional de Numancia y controlar los movimientos del enemigo. También era el campamento más expuesto a las embestidas de los numantinos, por lo que tenía defensas reforzadas con respecto al resto. Defendido por una muralla de 4 m de espesor, de la que todavía se conservan restos, y de un escarpado barranco, en este campamento son fáciles de identificar las vías praetoria -une la puerta pretoria con el pretorio-, principalis y decumana, así llamada por desembocar en la puerta de igual nombre.

5.º campamento: La Rasa

Esta fortificación, que defendía las alturas entre el río Duero y Peñarredonda, aún se distingue por los restos de unos 300 m de lo que fue una aparentemente sólida muralla. El campamento pudo tener una extensión de seis hectáreas. Se puede deducir que en este lugar se alojaron tropas ibéricas en rústicas cabañas de ramaje.

6.º campamento: Dehesillas

Este nombre procede de La Dehesa. Este fue el mayor campamento que levantó Escipión, siendo el único que conserva el arranque de muralla por ambos lados. Por la parte occidental, un vaciado de unos 6 m de amplitud indica el lugar en el que estuvo, probablemente, la puerta decumana. Es el campamento que tenía mejor defensa natural, pues se situaba a una altitud de 1.050 m. Desde él se dominaba fácilmente la visión de todos los alrededores, Numancia y todo el muro de circunvalación. Está situado sobre una meseta, rodeada por el Duero. Su extensión de 14,6 ha. le hacen el mayor castellum levantado por Escipión. La valla, que fue excavada por Adolf Schulten, alcanzaba los 4 m. de altura.

7.º campamento: Alto Real

Los lugareños llaman Alto Real a la meseta próxima a las ruinas y cuya base baña el río Duero. Dada la ubicación del promontorio, se podía presumir que los romanos levantaron aquí una fortificación que dominó todo el valle del río. En este lugar se han hallado claras huellas del campamento, especialmente vasos romanos, incluida una ánfora muy trabajada por labores agrícolas. Lo que no ha sido posible hallar han sido sólidas estructuras a la manera romana, por lo que se han relacionado las irregulares construcciones descubiertas con habitaciones de tropas auxiliares ibéricas. De haber estado ocupada toda la colina, el acuartelamiento pudo tener una extensión de unas 8 ha.

Reconocimientos históricos


La fragata Numancia, bautizada así en recuerdo de la ciudad celtíbera.
La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que los propios escritores romanos ensalzaron su resistencia, como Plinio o Floro, convirtiéndola en un mito, que se unió a los de otras ciudades y pueblos de la península que lucharon hasta el final, como Calagurris, Estepa o las ciudades cántabras, entre otras. Esta lucha ha dejado huella en la lengua española, que acoge el adjetivo "numantino" con el significado: "Que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias", según la Real Academia de la Lengua.
Miguel de Cervantes dramatizó el hecho histórico del famoso asedio a la ciudad en su tragedia El cerco de Numancia, escrita y representada hacia 1585. Durante la invasión francesa se reavivó el mito numantino al establecerse un claro pararelismo entre la resistencia celtíbera y la española.
El yacimiento fue declarado Monumento Nacional por Real Orden de 25 de agosto de 1882; por lo que gozó de la protección del Estado y la Comisión de Monumentos de Soria.
El pintor Alejo Vera realizó en 1881 el cuadro Los últimos días de Numancia; en 1886 se colocó un obelisco en recuerdo de los numantinos por el 2.º Batallón del Regimiento de San Marcial.
A comienzos del siglo XX, en el reinado de Alfonso XIII, se volvió a prestar interés a Numancia. En recuerdo a la ciudad hispana, se ha dado el nombre de Numancia a una ciudad en Aklan, Filipinas, al Club Deportivo Numancia de Soria, a varios barcos y a unidades militares. En 1936, durante la Guerra Civil Española, un regimiento llamado Numancia tomó el pueblo toledano de Azaña, y le cambió el nombre por el actual de Numancia de la Sagra.

Arqueología


Jarrón numantino del Museo Numantino (Soria).
El tiempo borró de la memoria la situación geográfica de Numancia y su emplazamiento sólo se podía adivinar, de forma poco aproximada, por los escritos que habían dejado los romanos. Algunas teorías la ubicaban en Zamora hasta 1860, cuando Eduardo Saavedra descubrió el emplazamiento real de las ruinas de la ciudad. También, en el siglo XVI, el erudito Fray Antonio de Guevara en una carta al duque de Nájera, don Antonio Manrique, y su hermano el arzobispo de Sevilla en la que discutían si Numancia estaba en Zamora o Soria, Guevara da la indicación de que Numancia se halla en Garray[1] Los emplazamientos de los campamentos romanos alrededor de la ciudad fueron establecidos por Adolf Schulten. Las excavaciones arqueológicas regulares del lugar comenzaron en 1906 y continúan 100 años después, con un equipo de investigadores bajo la dirección científica de Alfredo Jimeno.

Numancia en la actualidad

En la actualidad, Numancia es un yacimiento arqueológico de la provincia de Soria, declarado Bien de Interés Cultural incoado desde el 25 de agosto de 1882 y declarado el 29 de agosto de 1882.

Recreación de las murallas en Numancia de la actualidad.
Este yacimiento es excavado en la actualidad, por un grupo de arqueólogos de la Universidad Complutense de Madrid bajo la dirección de Alfredo Jimeno, mediante fondos de la Junta de Castilla y León. Cada verano se realiza una campaña en el yacimiento que abarca los meses de julio y agosto, y posteriormente, los restos arqueológicos son analizados en los laboratorios de dicha universidad.
Desde 2003 se vienen realizando los trabajos de excavación en la Manzana XXIII. El proyecto actual pretende subsanar las dudas arqueológicas existentes en el yacimiento, en torno a los espacios domésticos, puesto que las otras manzanas fueron excavadas por Schulten, Melida, Taracena y otros arqueólogos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los cuales no usaban metodología arqueológica de documentación exhaustiva de localización e identificación de los espacios.